El Petróleo en Ecuador. Estrategias de Incidencia Política desde la Sociedad Civil

De Construmatica


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La Explotación Petrolera en Ecuador y la Destrucción Medioambiental

Durante los últimos 30 años, el petróleo ha ocupado un lugar prominente a la hora de definir y dar forma a la estructura social y económica de Ecuador.

Hacia finales de la década de los 60 se descubrieron en el Oriente Ecuatoriano (el Este del Amazonas) cantidades considerables de este mineral.

Como el gobierno no disponía ni de los recursos ni de la tecnología para explotarlo por cuenta propia, se cedió la exploración y la administración a la empresa norteamericana Texaco, que, en la práctica, controló la mayoría de las concesiones futuras de petróleo en el país durante los veinte años siguientes.

Aunque en un principio parecía que el petróleo sería el camino al desarrollo y la solución que sacaría al país de la pobreza, la realidad ha sido muy distinta.

Lejos de dar paso a un periodo de desarrollo boyante, se puede decir que los últimos 30 años de explotación petrolera han traído niveles altos de desintegración socioeconómica y destrucción ambiental.

Ecuador se enfrenta a muchos de los desafíos presentes también en otros países productores de petróleo en vías de desarrollo:

  • altos niveles de corrupción,
  • desigualdad social,
  • pobreza,
  • una deuda externa por saldar y
  • una fuerte inestabilidad política.

Desde 1995, el país ha vivido la subida al poder de una gran cantidad de presidentes.

La inestabilidad política ha continuado hasta la actualidad con el último presidente de la Republica, Lucio Gutiérrez, que fue forzado a abandonar su cargo tras una revuelta popular y la falta de respaldo del ejército en abril de 2005.

La deuda externa de Ecuador ha crecido hasta los 16 mil millones de dólares, lo que lo convierte en uno de los países de América Latina con la deuda per cápita más elevada. Con unos índices de pobreza que marcan el 67%; de subempleo y paro alcanzando el 78% (con un 20% de la mano de obra trabajando fuera del país), parece claro que la riqueza del petróleo no ha beneficiado hasta el momento la vida de los ecuatorianos de forma significativa (Acosta, 2004).

Desde que comenzaron las explotaciones de petróleo, Ecuador se ha tenido que enfrentar a niveles alarmantes de degradación ambiental, de desintegración cultural y de enfermedades.

Se estima que tan sólo durante el tiempo que Texaco operó en el país, al menos 6,51 millones de litros de crudo acabaron en las aguas del Amazonas, se vertieron no menos de 73,6 de litros de aguas tóxicas y entre 700.000 y 800.000 hectáreas de selva tropical desaparecieron (Jezic, 2001).

De hecho, Ecuador cuentan ahora con una de las mayores tasas de deforestación en Sudamérica; una tasa que, de mantenerse, supondría la destrucción total de todos sus bosques dentro de 40 años (USAID website, CONAIE and http://www.mongabay.com/deforestation_tropical.htm.).

La contaminación, cada vez más extendida y provocada por la completa indiferencia hacia la protección del medio ambiente por parte de la floreciente industria petrolera a la hora de extraer y refinar dicho mineral, ha traído la devastación a las comunidades indígenas y a otros asentamientos de población, y ha provocado continuas violaciones de los derechos humanos.

La destrucción medioambiental ha ido de la mano de un aumento brusco de las enfermedades derivadas de la contaminación petrolífera.

Se ha constatado que los índices de casos de cáncer se han disparado dentro de las comunidades afectadas.

Grupos indígenas que superaban las diez mil personas se han visto reducidos a un centenar de personas, mientras que otros grupos, como por ejemplo los Tetetes, han desaparecido completamente (Jochnick y Garzón, 2001).

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