La Coordinación Dimensional: Esfuerzos y Ventajas

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La coordinación dimensional es una disciplina instrumental que generalmente permanece oculta y que, por lo tanto, no goza del aplauso del sector. Para que aumente su implantación, es necesario que todos y cada uno de los agentes que intervienen en el proceso de edificación sean conscientes de las ventajas que les reporta y del esfuerzo que supone.

Antes de la obra

El proyecto es un documento cuya realización es laboriosa, especialmente al inicio y al final de su redacción. Al inicio, avanzarse en la toma de decisiones es lento y dudoso; al final, los cambios, modificaciones y actualizaciones son interminables, la cantidad de información manipulada muy elevada y los riesgos de errores inadvertidos aumentan.

La coordinación dimensional, al favorecer la aplicación de un método riguroso de trabajo, agiliza especialmente el avance en las primeras fases. Por otro lado, al ofrecer una base geométrica de referencia sólida, independiente de los elementos constructivos implicados, permite ejecutar mucho más rápidamente todos los cambios sin perder el orden geométrico de conjunto del proyecto: se trata de una ventaja que, en las fases finales, se agradece.

Durante la obra

Durante la obra los cambios son numerosos: unos para mejorar, otros debidos a nuevas dificultades surgidas, muchos originados por imprevisiones, algunos por voluntad del usuario, etc. Todo ello, obviamente, afecta al proyecto, que, como documento, debe ser remendado y hay que efectuar en él refundidos, modificaciones y, si es menester, as build, para que la dirección de obra sea capaz de mantener la visión de conjunto que otorga la capacidad de gobierno necesaria para tomar decisiones idóneas. Una buena coordinación dimensional de base permite actualizar más rápidamente el proyecto y evaluar enseguida el impacto de los cambios ordenados o propuestos por cualquiera de los agentes involucrados.

Después de la obra

Cuando el edificio ya está acabado y plenamente ocupado por sus usuarios, la coordinación dimensional es un esfuerzo invertido que pasa totalmente desapercibido. Es normal, pues, que los usuarios no la valoren excesivamente. En general, los primeros que la echan en falta o que, por el contrario, detectan inmediatamente su presencia, son los profesionales de la obra interior que trabajarán con posterioridad en el edificio para adaptarlo sucesivamente a los gustos y necesidades, siempre cambiantes, del usuario final.

La experiencia demuestra que los edificios bien coordinados dimensionalmente permiten un uso mucho más flexible, porque las modificaciones cotidianas más básicas pueden ser ejecutadas con mayor facilidad (desplazar aberturas, eliminar o añadir divisiones interiores, etc.).

Igualmente, las reparaciones y el mantenimiento son actividades más económicas cuando existe una buena coordinación dimensional, puesto que las tareas de deconstrucción y sustitución son más rápidas y simples.

Una inversión

Todas estas características perfilan la coordinación dimensional no como un ahorro, sino como una inversión que, con el tiempo, va devolviendo réditos. Por ello, para los promotores actuales, inmersos en el mundo de la venta inmediata (construir para vender), no supone todavía un atractivo suficiente. En cambio, los promotores de inmuebles, para uso propio o alquiler, comienzan a apreciar y a exigir la coordinación dimensional en los proyectos.

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