Gestión de Catástrofes. Proyecto MERIS
Nota: Este artículo ha sido creado gracias a la Ingenieros Sin Fronteras en el marco del Programa de Afiliados de la Construpedia. El contenido está disponible en el sitio web de Ingeniería Sin Fronteras
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A pesar de los avances científicos y el desarrollo económico actual, las pérdidas humanas ocasionadas por desastres naturales, contiendas y guerras civiles han aumentado de forma abrumadora en los últimos años, debido no sólo al cambio climático o al aumento de conflictos bélicos y de atentados terroristas, sino también a una mala gestión de las capacidades de previsión y de intervención (CENDRERO, 2005).
El promedio de muertes que se produce por catástrofes naturales en el mundo oscila entre miles y decenas de miles cada año. Estas cifras no incluyen las víctimas de conflictos armados o de atentados terroristas.
La gestión de una catástrofe requiere acciones inmediatas y bien planificadas, lo que generalmente excede de forma considerable la capacidad de respuesta tanto humana como económica de la comunidad afectada. Las estadísticas mundiales señalan que las personas que sufren traumas y no mueren de inmediato tienen grandes posibilidades de sobrevivir, aún cuando tengan lesiones muy graves, si reciben una pronta atención médica especializada. Este lapso crítico ha sido denominado la hora dorada del trauma. Pasado ese lapso, la mortalidad en las personas accidentadas crece rápidamente.
La asignación de recursos humanos y técnicos durante la atención prehospitalaria en situación de emergencia necesita de medios de acceso a la información en tiempo real sobre el estado y gravedad de todas las víctimas. Esta información se obtiene habitualmente por inspección visual, rápida y manual hecha por el personal médico de emergencias.
Se utilizan métodos como el S.T.A.R.T. (Simple Triage And Rapid Treatment) o simplemente triage, o el M.R.C.C. (Método Rápido de Clasificación en Catástrofes), una variante del triage, que reagrupan el conjunto de procedimientos asistenciales que, ejecutados sobre una víctima, orientan sobre sus posibilidades de supervivencia inmediata, determinan las maniobras básicas previas a su evacuación y establecen la prelación en el transporte.
En caso de gran número de víctimas, estos métodos permiten asignar recursos y jerarquizar la atención a las víctimas de acuerdo con un sistema de prioridades, etiquetándolas con diferentes colores según la gravedad, como se observa en la figura 1.
Si bien estos métodos son precisos efectuados correctamente y por personal suficientemente capacitado, también requieren de una supervisión constante del estado de todas las víctimas recuperables con la repetición sistemática del proceso de triage y de la asistencia de primeros auxilios, lo que evidentemente resulta imposible si el número de víctimas es elevado frente al del personal capacitado disponible, como ocurre habitualmente en las catástrofes. Ello requiere introducir nuevos métodos y herramientas de monitorización, gestión y optimización de dichos procesos asistenciales.
El incremento de la capacidad de procesamiento de los dispositivos electrónicos, la miniaturización, el desarrollo de las comunicaciones inalámbricas y la reducción del consumo de energía, entre otros avances, han posibilitado el desarrollo de una nueva tecnología de redes inalámbricas e inteligentes de sensores. Esta facilita la observación y el control automático y remoto de distintos tipos de parámetros del entorno en función de los sensores utilizados.
Una excelente aplicación es la substitución de los tradicionales, grandes y costosos monitores médicos por pequeños sistemas compuestos por nodos con sensores de las constantes vitales del paciente (JOVANOV,... 2000 yLORINCZ ,... 2004), que envíen de forma inalámbrica los datos de gran número de víctimas a una estación base, donde el personal sanitario lleve a cabo una monitorización inteligente del conjunto para facilitar la asignación de recursos y detectar los casos críticos.