Estrategia de Preparación Ante Desastres Naturales. La Contribución de las Ingenierías en la Reducción de Riesgos

De Construmatica


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Evaluación de Riesgos

El proceso de evaluación de riesgos se basa en una revisión e identificación tanto de las características técnicas de amenazas (ubicación, magnitud o intensidad, frecuencia y probabilidad), como en el análisis de las dimensiones físicas, sociales, económicas y ambientales de la vulnerabilidad y exposición al riesgo.

Este conocimiento es fundamental para adoptar decisiones políticas y técnicas que conviertan la información en acción preventiva.

La evaluación del riesgo es el punto de partida para una preparación eficaz.

Las medidas de preparación deben orientarse a la instalación de capacidades para:

  • Pronosticar y tomar medidas preventivas con antelación a un peligro o amenaza inminente.
  • Reaccionar frente a los efectos del desastre y afrontarlos organizando y prestando asistencia a tiempo y de modo eficaz.

De forma genérica, y al margen del tipo de acción de preparación que implementemos, las poblaciones vulnerables deben tener conciencia de las amenazas y de los efectos asociados a que están expuestas. Los dirigentes comunitarios deben comprender el sentido de las alertas que reciben, a fin de poder aconsejar, instruir o comprometer a la población. Además, los gobiernos nacionales deben asumir la responsabilidad de preparar y emitir eficazmente las alertas de amenaza en el territorio nacional, cerciorándose de que sean dirigidas a las poblaciones más vulnerables al riesgo de amenaza. Por último, para que la alerta temprana conduzca a prácticas de reducción de riesgo es indispensable prestar apoyo a las comunidades locales, a fin que desarrollen conocimientos.

Acciones de Preparación

Las acciones de preparación se pueden desglosar de la siguiente forma:

  • Establecimiento de mapas de vulnerabilidad y riesgo
  • Definición y puesta en marcha de Sistemas de Alerta Temprana (SAT)
  • Establecimiento de infraestructuras, equipamientos, artículos y servicios de emergencia
  • Capacidad institucional y legislación sobre emergencias
  • Planes de contingencia y planes de actuación ( que incluyan aspectos tales como la declaración de estados de alerta o coordinación entre actores e instituciones implicadas)
  • Formación adecuada del personal
  • Educación a la población en materia de desastres y gestión del riesgo.

En todas ellas, pero especialmente en las tres primeras, puede ser decisiva la participación de técnicos y especialistas de las distintas ramas de la ingeniería.

Uno de los instrumentos de carácter técnico e ingenieril son los mapas de vulnerabilidad y riesgo.

Estos mapas identifican los sectores más vulnerables y cuáles son las causas de esta vulnerabilidad específica (sociales, económicas, políticas o físicas). Para la realización de estos mapas se debe apostar por equipos interdisciplinares, con metodologías que permitan la participación de las propias poblaciones afectadas, y las instituciones u organismos vinculados a la gestión del territorio. Deben ser representaciones dinámicas y cambiantes que sean a su vez elementos generadores de cambio y de incidencia sobre el riesgo: obras de mitigación, replanteamientos en momentos de rehabilitación, etc.

Por ejemplo, en la identificación de las zonas de inundabilidad y deslizamiento en las orillas del río Isabela, donde se ubican los barrios más pobres de Santo Domingo, los mapas de vulnerabilidad y la estrategia de intervención contemplaron niveles de exposición al riesgo, calidad de las viviendas y rutas de evacuación existentes.

De forma complementaria al nivel anterior, disponemos de los mapas de riesgo y recursos comunitarios (MRRC). El trabajo de autodiagnóstico y mapeo con las propias comunidades permite comprender mejor los riesgos individuales y comunitarios a los que están sujetos (aprovechando la experiencia, análisis histórico, conocimiento del entorno, etc.).

Además, permite sensibilizar a la comunidad sobre sus condiciones de riesgo.

Estos mapas comunitarios deben ser un instrumento comprensible para las comunidades, permitiendo hacer propuestas de medidas de prevención y mitigación de proximidad, que puedan ser implementadas por las mismas comunidades o en colaboración con su gobierno local. Los mapas también ayudan a identificar mecanismos de autogestión comunitaria para enfrentar sus riesgos.

Sistemas de Alerta Temprana

Existen otros mecanismos de evaluación y reducción del riesgo de carácter técnico, con especial énfasis en los procesos de monitoreo y pronóstico de fenómenos climáticos externos, basados en el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la creciente rapidez de las comunicaciones. Un ejemplo significativo, que adquirió una gran relevancia mediática en el tsunami del sureste asiático, son los Sistemas de Alerta Temprana (SAT).

Los SAT pretenden ir más allá de la componente tecnológico-científica ligada al monitoreo de variables climatológicas o geológicas, y están estrechamente ligados a la mejora de la gestión y de la toma de decisiones locales en el proceso de alerta. En efecto, la alerta en sí misma no tiene mucho valor y lo fundamental es la forma que reaccionan instituciones y personas ante ella.

Para garantizar que la gente reaccione a las alertas es imprescindible mantener unidos todos los eslabones de la cadena, desde la alta tecnología de meteorología a las alertas rudimentarias, pasando por la evacuación. Además, las comunidades deben confiar en quienes dan la alerta. Así, por ejemplo, después de las inundaciones del año 2000 el Presidente de Mozambique propuso que se utilizara a los maestros de escuelas primarias para controlar el nivel de las aguas y alertar a su comunidad. Los maestros son personas cercanas y respetadas por la comunidad, lo que garantizaba el acatamiento de las instrucciones y acciones..

Todavía en relación con los aspectos más técnicos, es fundamental para la reducción del impacto del desastre la identificación y el establecimiento de infraestructuras, equipamientos, suministros y servicios mínimos para garantizar una respuesta institucional (regional, nacional, departamental, local y comunitaria) en situación de desastre.

Lo anterior debe permitir responder con rapidez y efectividad, identificando equipos de intervención, medios de transporte, sistemas de comunicación, reservas alimentarias estratégicas, etc.

Algunos de los equipamientos y servicios clave de una emergencia deben ser los siguientes:

  • Salud: Hospitales, clínicas y otras instalaciones para la salud: número de camas, ambulancias, disponibilidad de equipo especial y personal. Existencias y fuentes de suministros médicos.
  • Suministro de agua, higiene y saneamiento ambiental.
  • Suministros de alimentos. Localización, capacidad y existencias.
  • Nutrición y epidemiología. Naturaleza, localización y capacidad de actividades de rehabilitación nutricional. Programas de vigilancia nutricional y epidemiológica.
  • Sistemas logísticos e instalaciones:
o Refugios o centros temporales de acogida.
o Vías de comunicación: puertos de ríos y mar, aeropuertos y pistas de aterrizaje y despegue. Localización, operatividad, servicios, capacidad de manipulación de carga y almacenamiento.
o Capacidad camionera, trenes, aeronaves. Tipo, disponibilidad, coste por operación, titularidad gubernamental o privada.
o Almacenamiento y manejo (bodegas del gobierno y privadas).
o Suministro de combustible (gasolina y diesel).

También desde el terreno político se puede trabajar para garantizar el desarrollo de mecanismos institucionales de preparación. La capacidad institucional y la legislación de emergencias son considerados aspectos esenciales.

Se debe trabajar en la formalización de redes estructuradas a nivel nacional, provincial y local, compuestas por diversos organismos públicos y otras organizaciones, en el que el papel de los técnicos pueda ser aprovechado adecuadamente.

Paralelamente, es importante disponer de legislación y reglamento sobre emergencias bien estructurada, que detalle y coordine claramente las funciones desde las instituciones de gobierno hasta los actores legales, y que especifique estándares y planes de actuación. De forma complementaria a estas iniciativas es importante no perder de vista el rol que pueden y deben jugar las Administraciones locales (territorial, municipal y local) en la identificación del riesgo, la preparación y la respuesta.

Finalmente, y no por último menos importante, la educación constituye un elemento esencial de las estrategias de reducción de desastres. Se trata de un proceso de largo recorrido, en el cual, más allá de la transmisión de contenidos y conocimiento deben cambiarse o reforzarse prácticas, ideas y creencias como la propia percepción del riesgo.

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