Conclusiones. El Cambio Climático. La Creación de un Mercado de Derecho de Emisiones de CO2

De Construmatica


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Hay personas que aprovechan las vacaciones de verano para bucear por el fondo del mar y para poder hacerlo pagan, entre otras cosas, por el aire que tienen que respirar.

Si todo el mundo decidiera pasar el verano entero en el fondo del mar, el oxígeno se convertiría seguramente en un bien escaso. Y si el aire fuera escaso, la manera más eficiente para gestionarlo sería permitiendo que el mercado le pusiera precio.

Ese es el experimento mágico que hace el mercado de derechos de emisión:

Le pone precio al aire.

De hecho, es la ley de la oferta y la demanda la que le pone precio al aire al convertirlo en un bien escaso.

Se convierte en escaso cuando el Protocolo de Kioto limita las emisiones de CO2 de los países desarrollados a la atmósfera y ahí se podía haber quedado (como la mayoría de las políticas de protección ambiental), pero el experimento mágico consiste aquí en crear un mercado que le ponga un precio al aire.

Aquellas industrias emisoras de CO2 que dejen de emitir unas toneladas de CO2 se las podrán vender a aquellas industrias que las necesiten. Es decir, si queremos ir a pasar el verano al fondo del mar, pero alguien nos compra el oxígeno que no vamos a utilizar, seguro que se nos ocurren destinos más apetecibles.

El mercado incentiva que algunas industrias emitan menos al ponerle precio al esfuerzo de reducción.

En segundo lugar, el mercado incentiva la obtención de resultados ambientales de la manera más eficiente para el emisor.

¿Por qué vamos a querer que los emisores paguen más si se puede conseguir el mismo objetivo pagando menos?

No tiene que sonar inmoral el querer minimizar costes, ya que no se trata de castigar a nadie por llevar a cabo una actividad que es absolutamente necesaria para todos - como la generación de energía eléctrica-; se trata de incentivar el cambio de comportamiento para llegar al resultado deseado: disminuir las emisiones de CO2 hasta niveles predeterminados.

Si obligáramos a los emisores a dejar de quemar combustibles fósiles y a utilizar paneles solares para llevar a cabo su actividad industrial, la obligación resultaría de difícil cumplimiento y, además, no fomentaríamos el cambio de comportamiento.

El hecho de obligar a un emisor a utilizar un panel solar no es lo mismo que decirle que se le dan cinco derechos y que si emite seis tiene, o bien que reducir (utilizando el panel solar, el molino de viento o lo que guste), o bien que ir a comprar el derecho que le falta al mercado y pagar por ese derecho a su competidor.

¿Qué va a intentar hacer el emisor?

Reducir, sin duda.

Lo que nos lleva al tercer gran argumento a favor del mercado de derechos de emisión:

El fomento de la innovación tecnológica.

Teniendo en cuenta los desencuentros públicos entre empresas del mismo sector en España ¿alguien duda de que Endesa va a intentar reducir antes de ir a comprarle derechos a Iberdrola? Y, para reducir, las empresas van a tener que encontrar nuevas tecnologías y desarrollar las existentes de generación eléctrica. ¡Tecnologías que ahora suenan tan mágicas como aspirar de nuevo el CO2 emitido a la atmósfera o solidificarlo, hacer minerales con el carbono o conseguir que la energía producida por los molinos de viento se pueda transmitir a larga distancia!

El que consiga innovar será el vendedor de derechos.

Porque, finalmente, el mercado asegura un tratamiento igual a todas las industrias. La asignación inicial de derechos, objeto de ríos de tinta, ha resultado en experiencias comparadas no ser determinante para el funcionamiento correcto del mercado. La asignación inicial sirve para intentar partir con consenso hacia el nuevo experimento mágico. Pero, a partir de una asignación inicial, el mercado fomenta la libre competencia entre las diferentes industrias y la mínima intervención del Estado.

Ello no porque se trate de la privatización del aire sino porque, por primera vez, en nuestro país se establecen incentivos financieros a las empresas para modificar su comportamiento y para ir en la dirección correcta hacia la utilización de tecnologías que emitan menos gases de efecto invernadero o que los reduzcan.

Si somos capaces de plantear los suficientes incentivos a toda la sociedad, llegaremos a obtener reducciones de CO2 importantes, con independencia de si el Protocolo de Kioto es bueno o es malo.

Lo importante es que se gestione la energía de manera eficiente, y para ello necesitamos un instrumento mágico infalible:

El precio.

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