El Petróleo en Chad. Estrategias de Incidencia Política desde la Sociedad Civil

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Chad. Ubicación geográfica [1]

Chad es uno de los países productores de petróleo más recientes, situado en continente africano.

Se espera que los ingresos derivados del petróleo, que comenzaron a llegar al gobierno de este país centroafricano en julio de 2004, introduzcan cambios radicales de tipo económico y social. De hecho, ya se pueden apreciar en Chad cambios radicales debidos a la industria petrolera. Según un informe de la Administración de Información de la Energía de EE.UU., el PIB de Chad creció en 2003 un 9,7%, mientras que las predicciones para el 2004 apuntaban hacia un 39,5%.

Sin duda, se trata de unos índices de desarrollo elevados para uno de los 10 países más pobres del mundo (World Bank, 2002).

Sin embargo, se teme que el desarrollo de la industria del petróleo haga de este país otra víctima de la conocida maldición del petróleo, sobre todo si tenemos en cuenta la historia de Chad, marcada por una larga guerra civil, por las constantes violaciones de los derechos humanos perpetradas por el gobierno, por su inestabilidad política, la corrupción impune y la debilidad de sus instituciones (Gary y Karl, 2003).

En los años 50 se descubrieron yacimientos de petróleo en Doba Basin, pero debido a la guerra civil que asoló intermitentemente el país durante 30 años la explotación de los yacimientos se suspendió indefinidamente. Tras el golpe de estado militar que llevó al poder al presidente Idriss Déby en 1990, y que puso fin a la guerra, las altas esferas de la política retomaron las negociaciones sobre la explotación de dichos yacimientos con un consorcio que lideraban las empresas Exxon y Mobil (Lampriere, 2001).

Sin embargo, con un movimiento inesperado, el consorcio insistió en que el Banco Mundial participara en el proceso de desarrollo petrolero en Chad. Se le pedía que otorgara créditos al gobierno de este país y al de Camerún para que pudieran pagar la parte correspondiente del oleoducto que debía construirse.

Este oleoducto llevaría el petróleo desde Chad, país de interior, hasta la terminal de exportaciones en la costa atlántica camerunesa (Gary y Karl, 2003; Lampriere, 2001).

Con unos ingresos totales de unos 185.000 millones de dólares al año, Exxon y Mobil, posiblemente, la corporación más rica del planeta, apenas necesitaba del apoyo financiero del Banco Mundial como premisa para avanzar en su proyecto (Horta, 2002). Los miembros de este consorcio esperaban que la implicación del Banco Mundial en el proyecto de Chad les mantuviera al margen de las repercusiones negativas que el desarrollo de la industria petrolera había tenido en países como Nigeria, país colindante. Justamente, el conflicto que esta industria causó en Nigeria se encontraba en pleno apogeo a mediados de los 90, precisamente cuando se estaba negociando con seriedad sobre los yacimientos situados en Chad.

Una futura disminución de la pobreza y un desarrollo económico sostenible a largo plazo (Gary y Karl, 2003; Horta, 2002; Lampriere, 2001) constituyeron los principales argumentos del Banco Mundial para dar vía libre a la explotación de los yacimientos en Chad, pese a los riesgos potenciales.

El Banco Mundial ha considerado que el proyecto es un caso sin precedente de cooperación entre el sector público y el privado, y un modelo que debe seguir todo futuro proyecto de este tipo en cualquier parte del mundo (Gary y Karl, 2003).

Como resultado, lo que suceda en Chad repercutirá en las políticas del Banco Mundial en torno a las inversiones en la industria extractiva. Asimismo, influirá en la manera en que evolucione en un futuro el sector del petróleo dentro de los países en vías de desarrollo.

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