Bordillos Prefabricados. Breve Introducción Histórica

De Construmatica

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La historia de los bordillos está estrechamente vinculada a la de la pavimentación, y ésta a su vez a las necesidades urbanísticas de cada período histórico y a los condicionamientos tecnológicos en el tratamiento de los materiales empleados.

En la España anterior a la colonización romana los poblados ibéricos y celtibéricos son básicamente castros, recintos fortificados situados en lugares altos, fáciles de defender, que contienen viviendas independientes carentes de trazado urbano, ya que los espacios entre ellas no son de acceso común sino zonas de depósito de detritus y escombros.

Ejemplos de lo anteriormente expuesto se pueden encontrar en los poblados indiketos del noreste peninsular (Cataluña), en el poblado ibérico de Contrebia Belaisca (Botorrita, Aragón) y en los poblados de la cultura castreña en la zona noroccidental: Las Médulas (León), Coaña (Asturias).

Castro prerromano de Coaña (Asturias)


Con la conquista romana y la ulterior pacificación augusta se van estableciendo los asentamientos con el patrón urbanístico del Imperio Romano. Se efectúa una planificación ordenada en torno a calles dotadas de rudimentarias aceras donde se articulan las diversas edificaciones. Estas aceras, más que un uso meramente peatonal, tienen como finalidad la protección de cimientos y evitar humedades en los paramentos verticales. Posteriormente se construyen las calzadas. En general, el material más utilizado es la piedra natural.

Bordillo de piedra en la ciudad romana de Merida


La población medieval retorna nuevamente a los recintos amurallados, establecidos principalmente sobre núcleos defensivos de origen romano, próximos a la antigua red viaria imperial, como Gerunda (Girona). Las calles suelen ser estrechas, empinadas y en muchos casos escalonadas; y responden a un concepto de uso compartido, contemplando a lo sumo un caz central de evacuación de las aguas pluviales.

El origen de los bordillos propiamente dichos se encuentra en el Renacimiento. En las ciudades medievales predominaban los peatones, por lo que el trazado de sus calles se hacía para recorrerlas pausadamente. El uso masivo del vehículo con ruedas en el Renacimiento (la España de Carlos V conoció un fuerte desarrollo de este tipo de vehículos), contribuyó de una manera importante a la evolución del trazado viario. De esta manera, surgió la necesidad de separar los tráficos de peatones y vehículos, empleándose para ello bolardos de piedra o metálicos como elementos delimitadores.

Calle medieval típica


Fue un Ingeniero de Caminos, Ildefonso Cerdá, quien en su libro "Teoría General de la Urbanización", sitúa el empleo masivo de los bordillos en el siglo XIX.

Por otra parte, la aparición del uso de los vehículos a motor, con aumentos progresivos de la velocidad de circulación, forzaron la necesidad de establecer planos de diferente nivel entre los paseos peatonales y las calzadas.

El crecimiento de las ciudades dio lugar a la existencia de extensas zonas pavimentadas que precisaban el drenaje de las aguas pluviales trayendo consigo la disposición de absorbederos en las cunetas, inventándose los bordillos con tragante para aumentar la capacidad drenante de las mismas, simultáneamente a la creación de las redes de saneamiento y pluviales urbanas.

Losa bordillo con tragente de pluviales calle Galligants, Girona


Jane Jacobs, una de las personas más influyentes en el urbanismo actual, expone en su obra "Muerte y vida de las grandes ciudades", ya en el siglo XX, la necesidad de hacer una neta demarcación entre los espacios públicos y privados a través de las aceras, apareciendo definitivamente los bordillos, como elementos de transición.

Los primeros bordillos prefabricados consistían en encintados cerámicos, que aunque disponían de una resistencia notable, resultaban evidentemente más caros que los elementos naturales que se venían empleando. Estos elementos naturales, de formas geométricas irregulares, de acabado tosco y áspero, solían ser de granito o de piedra caliza.

El encarecimiento de la mano de obra y la concentración urbana experimentada tras la Segunda Guerra Mundial, exigen ya enormes cantidades de piezas que sólo podían satisfacer industrias organizadas, y un material, el hormigón, económico, resistente y polivalente para las prestaciones que se requerían a los bordillos en cuanto al color, textura, resistencia, etc.

De esta manera hemos llegado a nuestros días, en los que encontramos una industria totalmente establecida, que pone especial cuidado en adecuar el proceso de fabricación al desarrollo sostenible y protección al medio ambiente, reciclando productos para la fabricación del hormigón, usando el material defectuoso para fines lúdicos o de protección civil, y mejorando la textura y colores de su capa de acabado para embellecer el entorno urbano.

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